Cuando el sujeto encontró un lugar propicio (el calificativo advierte un punto ubicuo) comenzó; el ideal era rememorar –para luego evocar- la lozanía de las pequeñas acciones; su cara era la esperanza.
Aunque relampaguee el sujeto tiene su cartel.
A través de él (la referencia es ambigua), miles advirtieron que una pequeña acción basta para reaccionar, aunque sea mínima, y lograr así un cambio (una acción conforme el tiempo logra eso, y eso será siempre así aunque se haya ido olvidando… diremos forzosamente)
La última vez que me fue lícito observarlo (al sujeto o al cartel, que ya eran un todo) seguía en aquel punto parcialmente multitudinario con una frase que se extendía más allá del cartel y de los barrotes, que todavía no eran; estimo que debió ser la correspondiente al día o a aquella tarde o tal vez al clima -casi de lluvia- o al número de golpes en su pecho; acepto que jamás entendí sobre patrones.
Desconozco de igual modo si –como de costumbre- fue un fallo de la educación. Tal vez realmente había perdido su fe en el cambio (y en su pequeña acción, y poco a poco fue absorbido como todo y todos); o quizá… era algo más, algo realmente profundo y capcioso, para mantenerse con vida.
La frase en cuestión es pronunciada ahora por mí, pero descreída aún muy a pesar; porque aunque parezca insano, una idea te mantiene vivo; las ideas hacen eso;
La crítica permitirá ver la sima flotaba sobre el cartel, en unas letras dignas de admiración.
Todavía reflexiono el asunto.
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