Fue una noche (o quizá enceguecía el sol) cuando guitarreando¹ temáticas lumínicas develamos uno de los secretos, con otro ser. Cuentan que éstos (la referencia hace alusión a los secretos, aunque bien no es absurdo pensar la ambigüedad en cuestión) yacen desde los inicios, siendo parte del andamiaje del Todo; luego, muy lentamente, son reencontrados por nuestras conciencias para más tarde… (el proceso ciertamente es incierto) comprenderlos. Hay quienes afirman que los secretos son infinitos. Otros contraponen justificando la incomprensión eventual de este ente; hubo algunos –cíclicos pioneros- que profesaban un único secreto, basado en el amor. El debate aún late.
Asimismo, los secretos son secretos; pero sus bases suelen ser populares y su fluir es casi instantáneo (no es así para su ulterior comprensión, que conlleva un largo camino evolutivo en busca del secreto que encierra todo secreto, o bien del equilibrio natural que intrínsecamente portan).
Se ha sabido de enamorados que logran el no pensar, de auras que logran el cromático redentor, de enseñanzas que superan las fronteras temporales, de guías que superan la dualidad y hemos comprendido -o todavía no- que todos somos uno, a partir de un secreto, antiguo e indio, que hoy se devela, nuevamente: Fue un día (o quizá pasmaba la luna) cuando comprendimos el instante –mínimo y quizá inexistente- en el que un ser calla, inexplicablemente, al oír sus palabras (puntualmente sus palabras, medidas y exactas) brotar de otro ser, que efectuando una arcaica magia –secreta, desde luego- toma involuntariamente los pensamientos de esa otra mente, que ahora es su mente, porque la conexión deja vislumbrar, y siempre ha sido así, que todos somos uno.
Asimismo, los secretos son secretos; pero sus bases suelen ser populares y su fluir es casi instantáneo (no es así para su ulterior comprensión, que conlleva un largo camino evolutivo en busca del secreto que encierra todo secreto, o bien del equilibrio natural que intrínsecamente portan).
Se ha sabido de enamorados que logran el no pensar, de auras que logran el cromático redentor, de enseñanzas que superan las fronteras temporales, de guías que superan la dualidad y hemos comprendido -o todavía no- que todos somos uno, a partir de un secreto, antiguo e indio, que hoy se devela, nuevamente: Fue un día (o quizá pasmaba la luna) cuando comprendimos el instante –mínimo y quizá inexistente- en el que un ser calla, inexplicablemente, al oír sus palabras (puntualmente sus palabras, medidas y exactas) brotar de otro ser, que efectuando una arcaica magia –secreta, desde luego- toma involuntariamente los pensamientos de esa otra mente, que ahora es su mente, porque la conexión deja vislumbrar, y siempre ha sido así, que todos somos uno.
¹ la búsqueda respectiva por un verboide análogo siempre estuvo presente y a diferencia de varios que pasan su vida en un sondeo incesante, ésta se concreto cómodamente. Empero, en este escrito se conservará el léxico original por una cuestión de cábala pese a la discordia intrínseca que algunos puedan notar.
Eric Lescano
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