jueves, 15 de abril de 2010

Los preciados

Esta construyendo (y estará construyendo).

Partió con un par (dos pares… tres pares…) de bloques, o ladrillos o aquello que lo circundaba, provisoriamente. Su horizonte estimó un x tiempo finito, cercano. No sería una labor forzosa; el tiempo –casi como para los celestiales- no sería problema, aún. Habiendo pactado su construcción con la calidez de aquel, administrando labor y ocio (aunque para los del primer pensamiento científico, lustros, milenios antes, habría sido lo mismo) comenzó.

Y ahora eran ya dos, o ya tres o más los pisos; y ahora el cielo era más; y todavía quedaban varios de aquellos, y todavía la experiencia (aunque adaptado) le costaba y en menor o mayor grado (y genial o ignorantemente) aun no se percataba: parapléjicamente, a medida que ascendía su ser, ascendía su horizonte y ascendían los otros, los preciados.

Y fue en el percatarse, la consternación. Cambió, en un vano intento, el pacto; pero ascenderían. Y ahora la estimación se desproporcionaba; y ahora –que veía desde las grandes alturas, los ya infinitos bloques en su pobre tiempo- llegaba a pensar que nunca alcanzaría; al menos al supremo. ¿Acaso no sabia el hombre, que otro supo que no supo nada? Ahora, en cambio, sabía algo.


Eric Lescano

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